San Wenceslao

En nuestros días, ¿cómo reaccionarían los malos ante un milagro semejante al operado por Dios en favor de San Wenceslao? Tal reacción determina la actitud de la Providencia para con la humanidad.

 

Plinio Corrêa de Oliveira

El 28 de septiembre la Iglesia conmemora la fiesta de San Wenceslao. Con respecto a él, tenemos la siguiente nota en nuestro calendario:

Soberano y Patrono de Bohemia, siglo X. Practicó las más bellas virtudes, conservó durante toda la vida, intacto, el tesoro de la virginidad. Fue asesinado por su propio hermano Boleslao, por instigación de su madre, mientras oraba en la iglesia. Hungría, Polonia y Bohemia lo escogieron como patrono.

El Rey pacificador                 

Siguen los datos biográficos de San Wenceslao, sacados de L’Année Liturgique, de Dom Guéranger.

San Wenceslao es una de las figuras más radiantes de este décimo siglo, que fue llamado el siglo de hierro. Nieto de una santa e hijo de una madre pagana fanática, fue una expresión muy pura de la realeza cristiana, que debía tener en San Luis, tres siglos más tarde, su tipo más perfecto; régimen donde la naturaleza materna de la autoridad le aseguraba todas las dedicaciones y temperaba todos los excesos; régimen que, haciendo del príncipe el teniente de Dios y de Cristo su representante auténtico, lo revestía de un carácter sobrenatural y sagrado.

Jefe de una gran familia nacional, el Rey era el padre de su pueblo y, del mayor al menor, todos tenían el derecho de ser sus hijos y de apelar a su justicia. Maestro incontestable, pero cuyo poder era temperado naturalmente por la identidad de los intereses de la corona y del pueblo, era el árbitro en las decisiones. Era el árbitro cuyas decisiones son las más sabias, porque ninguna ambición personal, así como ningún interés de partido, podía influenciar a un hombre que, recibiendo todo de Dios, no tenía cuentas a dar sino al propio Dios, pues Él era el juez supremo.

El rey era entonces el pacificados, el “l’apaiseur”, decía San Luis, siempre el apaciguador. Por lo tanto, siempre preocupado por resolver las disputas entre sus hijos para unirlos en vista del bien común, la tranquilidad del reino, preludio de la paz de Dios.

En el programa del príncipe cristiano, que Wenceslao realizó durante los cortos años de su reinado, Dios juntó a este programa el sello del martirio, dando así a su obra completa un valor de eternidad.

Virtud comprobada por señales sobrenaturales

En la vida de San Wenceslao, mártir, escrita por el General Silveira de Mello, encontramos estos datos:

La fama de las virtudes de Wenceslao recorrió el mundo. Era admirado y querido por la Cristiandad. Amigo de su pueblo, dedicado al servicio de la nación, austero y generoso, protector de la pobreza, propugnador de la fe y súbdito fiel de la Iglesia y también soldado valiente y leal. Otto, Emperador de Alemania, llamó a Wenceslao a la Dieta de Worms y lo cumuló de atenciones.

Cierto día, se demoró inadvertidamente en la iglesia. Cuando llegó a la asamblea, el Emperador y los otros príncipes, resentidos con el atraso del Duque, habían resuelto no levantarse, como era costumbre, cuando entrase el dignatario retrasado. Pero tan pronto el Duque penetró en la sala, vieron los nobles que dos Ángeles lo acompañaban.

Tomados de admiración y respeto, el Emperador se levantó para recibirlo y le dio el lugar a su derecha. ¿Cómo le podrían negar las honras, si los propios ángeles se las tributaban? El Emperador, en señal de aprecio, le obsequió dos preciosas reliquias: un brazo de San Vito y los huesos de San Segismundo, Rey de Borgoña y también gran soldado.

Auténtico vasallaje mutuo en una asamblea de soberanos

Me da la impresión de que este dato biográfico de tal manera supera el resto, que impide cualquier otro comentario. Vamos, por lo tanto, a ceñirnos a este.

Noten la linda escena. San Wenceslao era Rey de Bohemia, pero, con certeza, su reinado invadía también una parte de Polonia, pues esta nación también lo admitió como su patrono. Él era Rey, por lo tanto, de una gran parte de territorio, y en esa época estaba siendo realizada una Dieta, es decir, una reunión de los principales príncipes y señores feudales del Sacro Imperio Romano Alemán. Ciertamente él fue convocado para esa Dieta porque esas naciones, en aquel tiempo, estaban sujetas de algún modo a la soberanía del Sacro Imperio.

Entonces, era una reunión muy bonita y llena de nobleza, porque no era una reunión del Rey con sus súbditos, sino de un señor que era jefe y lideraba a otros señores, también soberanos. De tal manera que era una especie de asamblea de soberanos, llena de caballerosidad y de fuerza.

Vemos aquí un bello ejemplo: noten el respeto a la soberanía. Cada uno era como un soberano y, por tanto, cuando un señor entraba en la sala, aun siendo de categoría inferior a la del Emperador del Sacro Imperio, todos se levantaban, inclusive el Emperador.

Cruel inflexibilidad del mal y dulce venganza del bien

Entonces, viene la represalia. Cuando entró San Wenceslao, resolvieron que no se levantarían, porque él se había demorado demasiado en la oración. Noten la rabia de aquella asamblea. Incluso en la Edad Media flotaba, sutil, la antipatía enigmática de parte de los que rezan poco para con los que rezan mucho, pues los primeros son siempre inflexibles con relación a los segundos. Infelizmente, lo contrario no sucede, porque los que rezan mucho son propensos a tener una condescendencia con los que rezan poco.

Decidieron los poco piadosos: “Quedémonos quietos y sentados cuando él entre, para despreciarlo, porque llegó atrasado.”

Vean la respuesta de la Providencia: San Wenceslao ingresa en la sala y todos ven a dos ángeles entrando junto con él. Se acabó, no hay nada más que decir. La virtud sale cubierta de honra y de gloria, y el Emperador le da dos regalos.

 Las personas de aquel tiempo tenían el sentido mucho más elevado que las de nuestros días y, en vez de dar cosas que valían dinero, el Soberano le regaló dos reliquias – pues se daba mucho más valor a estas que al oro –, una de las cuales era de un soldado, para el gran soldado que era San Wenceslao.

Ausencia de manifestaciones sobrenaturales

Surge la siguiente pregunta: Hoy en día, cuando alguien muy piadoso llega atrasado a algún evento y sufre un desprecio, ¿por qué no aparecen dos ángeles acompañando a esa persona? ¿Por qué no ocurren las manifestaciones sobrenaturales que cubren de gloria el bien y destruyen el mal? La respuesta es evidente: porque los pecados del mundo llegaron a tal cúmulo, que los hombres ya no merecen más eso.

No debemos imaginar que los ángeles aparecieron al lado del santo principalmente para su gloria. ¡No! Estaban, sobre todo, para el bien del público que presenciaba ese milagro. Era, por tanto, un bien para los malos. Pero los impíos de nuestros días no lo merecen.

Podríamos preguntarnos qué actitud tomarían los malos si hoy apareciesen ángeles al lado de un justo. Con certeza, sería un odio sin nombre y probablemente no cambiarían de posición. Es ese estado de espíritu córneo, rígido, duro, que merece, con razón, el castigo divino. Porque cuando milagros como esos no conmueven más, o ni siquiera existen, es la señal de que la Providencia abandonó a una determinada colectividad humana, un ciclo de cultura o a la humanidad entera en cierta cuadra histórica, que quedará marcada para toda especie de castigo.


(Revista Dr. Plinio, No. 282, septiembre de 2021, pp. 17-19, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 27/9/1966  Título del artículo en la Revista: Señal del abandono divino).

Last Updated on Thursday, 23 September 2021 17:29