Comentando la directriz de San Gregorio Magno a San Justo, relativa al apostolado en Inglaterra, el Dr. Plinio resalta la perennidad de la Iglesia hasta en las cosas enteramente secundarias. La carta indica, al mismo tiempo, mucha ductilidad y maleabilidad en aquello que es secundario, y una enorme intransigencia en lo que es realmente importante.
Intransigencia y ductilidad
Plinio Corrêa de Oliveira
El 10 de noviembre se conmemora la fiesta de San Justo, Obispo, con respecto al cual dice Rohrbacher1, en su obra Vida de los santos, lo siguiente:
Directriz de San Gregorio Magno sobre el apostolado en Inglaterra
San Justo fue compañero de San Agustín, en su trabajo de conversión en Inglaterra.
Es, por lo tanto, San Agustín Arzobispo de Canterbury, en el siglo VI, y no San Agustín de Hipona.
San Gregorio le escribió lo siguiente, con respecto a una consulta.
San Justo le hizo una consulta a San Gregorio y este le dio la respuesta que sigue.
Cuando llegues al pie de nuestro hermano Agustín, dile que, después de haber pensado largamente, examinado bien la cuestión de los ingleses, juzgué que no debía destruir los templos, sino solamente los ídolos que están en ellos. Purifíquelos con agua bendita, baje del altar los ídolos y coloque allí las reliquias. Si esos templos son buenos, bien edificados, que pasen del culto de los demonios al servicio del verdadero Dios, a fin de que aquella nación, viendo conservados los lugares a los cuales están acostumbrados, pasen a ir a ellos con más agrado. Y como están acostumbrados a sacrificar ganado a los demonios, establezca cualquier ceremonia solemne como la de la consagración, o de los mártires de quienes allí están las reliquias.
Que hagan tiendas alrededor de los templos transformados en iglesias y celebren la fiesta con comidas discretas. En vez de inmolar animales al demonio, que los maten para comer y rendir gracias a Dios que les dio el alimento, a fin de que, dejando cualesquier manifestaciones sensibles de júbilo, puedan insinuarse más fácilmente en las alegrías interiores. Porque es imposible destituir los espíritus duros de todas las costumbres de una sola vez. Es despacio que se llega lejos.
Todos los dioses de los paganos son demonios
Esa carta es muy interesante, ante todo por causa de esa afirmación que encontramos numerosas veces en Padre y Doctores de la Iglesia, así como en la Escritura, que dice: omnes dii Gentium dæmonia (Sal 95, 5) – todos los dioses de los pueblos, de las naciones diferentes de Israel, son demonios.
Y eso proviene de este hecho que San Luis Grignion de Montfort pone mucho en relieve: el hombre, después del pecado original, nació esclavo. O es esclavo de Dios, de Nuestra Señora, o es esclavo del demonio. No hay otro remedio. Y como esos pueblos paganos no son esclavos de Nuestra Señora, ni de Dios, son necesariamente esclavos del demonio. Y aquellas cosas que ellos adoran son realmente demonios. Sin hablar de los numerosos casos que se conocen de manifestaciones preternaturales diabólicas, a propósito del culto a los demonios.
De manera que la expresión es muy característica, violenta, profundamente anti-ecuménica. Exactamente en ese sentido es interesante esa carta porque ella indica, al mismo tiempo, mucha ductilidad, maleabilidad en lo que no tiene importancia, y una enorme severidad en lo que es realmente importante.
Templos paganos purificados por la celebración del verdadero culto
Los templos de esas naciones paganas no tenían nada en común con el arte moderno. Este último es una negación violenta, blasfematoria, de toda forma de verdad y de bien. Es la arbitrariedad artística erigida en afirmación normal del desorden y de la fealdad. Evidentemente, el arte moderno no puede servir para una iglesia católica. Pero los templos constituidos en otras escuelas artísticas que no tendrán la elevación, la sacralidad del gótico, pero son escuelas dignas y realmente contienen verdaderos elementos de belleza, puede servir adecuadamente para el culto católico.
Me acuerdo de que publicamos un “Ambientes Costumbres” en “Catolicismo”, en el cual había una fotografía de una pagoda china, y mostrábamos cómo ella era propia para servir al culto católico dentro de una nación china. No que se fuese a construir una pagoda para poner allí un culto católico, porque cuando se hace, se procura hacer lo mejor posible, pero cuando se recibe el hecho consumado, se procura aceptar lo aceptable. Y la pagoda, bonita, con mucha nobleza, muchos valores, merecería perfectamente ser aceptada por el culto católico.
Por ejemplo, los héroes de la Reconquista, cuando tomaban aquellas ciudades antiguamente moras, que tenían mezquitas muy bonitas, como la famosa de Córdoba, purificaban las mezquitas, quitaban todos los emblemas del islamismo e instalaban el culto católico, el cual hasta hoy continúa siendo celebrado en esos locales. Y eso es una cosa digna, hecha por los propios héroes de la Reconquista.
Isabel la Católica, cuando penetró en Granada, una de las primeras preocupaciones suyas fue precisamente la de mandar a purificar la mezquita más importante de la ciudad y rezar allí una Misa. Era el símbolo principal de la victoria alcanzada contra el Islam.
Intransigencia en lo necesario y ductilidad en lo secundario
Es justamente en ese orden el consejo que San Gregorio da a San Agustín. Si los templos tienen características que no desentonan del culto, se deben aprovechar.
Y él indica entonces una razón de carácter psicológico: las personas están habituadas a ir al templo. Una vez que se elimine el elemento malo, que es el culto idolátrico, ese hábito desinhibe al individuo de frecuentarlo. Entonces, conviene aprovechar esa circunstancia de nuestro lado.
Noten cuánta intransigencia en lo necesario y cuánta ductilidad en aquello que es secundario y realmente no tienen ninguna atinencia con los principios. No quiere decir lo siguiente: ser intransigente con los principios fundamentales y tolerante con los principios secundarios. Eso sería una abominación. Con los principios se es intolerante en todos los aspectos, hasta donde ellos llegan. Pero una parte de la realidad que escapa, bajo varios aspectos, al ángulo de los principios, puede ser vista con esa amplitud.
Observen las quermeses realizadas junto a las iglesias. Muchas de ellas son de una moralidad dudosa, culturalmente repelentes y sin una expresión de valor piadoso en ningún sentido de la palabra.
En el caso de arriba, vemos lo contrario. San Gregorio Magno manda a hacer tienditas en torno de las iglesias, o cual, en aquella noche de los tiempos, era propiamente la quermés. ¿Para qué? A fin de distribuir comilonas, porque ese personal estaba habituado a comer. Y él indica un sentido religioso a la comida: celebren a Dios, que les concedió esa comida, y estén alegres con eso; era un poco del regocijo después del trabajo. Y con eso se atraía al pueblo.
Vemos cómo esas cosas se relacionan y dan una expresión de la perennidad de la Iglesia hasta en las cosas enteramente secundarias.
1) ROHRBACHER, René-François, Vida dos Santos. São Paulo, Editora das Américas, 1959, Vol. XIX, pp. 287-288.
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(Revista Dr. Plinio, No. 284, noviembre de 2021, pp. 9-11, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 9/11/1966).
Last Updated on Monday, 15 November 2021 19:10