Sentido jerárquico y contrarrevolucionario

Los siete Santos Fundadores Servitas propagaron una devoción que prenunció la de la esclavitud a Nuestra Señora, predicada por San Luis Grignion de Montfort. El título de “Siervos” marca muy bien la diferencia entre la buena piedad católica y la contrarrevolución.

 

 

Plinio Corrêa de Oliveira

Respecto a los Siete Santos Fundadores de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María, cuya fiesta se conmemora el 17 de febrero, dice Dom Guéranger1:

Aclamados por niños en las calles de Florencia

Cuando, en el siglo XIII, el funesto cisma instigado por Federico II2 y las sangrientas facciones dividían los pueblos más civilizados de Italia, la previdente misericordia de Dios suscitó, entre personas ilustres por la santidad, a siete nobles florentinos, de cuya unión en la caridad iría a dar un memorable ejemplo de amor fraterno.

En el año 33 de ese siglo, en el día de la Asunción de la Bienaventurada Virgen, rezaban ellos fervorosamente en la piadosa cofradía “Laudesi”, la Madre de Dios apareció exhortándolos a abrazar un género de vida más santo y más perfecto.

Habiendo, pues, conversado previamente con el Obispo de Florencia, estos siete hombres inmediatamente dijeron adiós a su nobleza y riquezas. Tomaron como vestimentas hábitos viles y usados, y, por debajo de estos, cilicios. Se establecieron en un lugar retirado fuera de la ciudad el 8 de septiembre, pues querían colocar bajo los auspicios de María Santísima esta nueva existencia, el mismo día en que Ella, naciendo entre los hombres, comenzaba su santísima vida.

Dios mostró por un milagro cómo esta decisión le fue agradable. En efecto, poco después los siete atravesaron Florencia mendigando de puerta en puerta. Sucedió que, de repente, las voces de los niños, entre los cuales San Felipe Benzini, con apenas cinco meses, los aclamaron como siervos, “servitas”, de la Bienaventurada Virgen María. Sería con este nombre que, a partir de entonces, deberían ser conocidos.

La Virgen les muestra el hábito que deberían vestir

Después de este prodigio, el amor que ellos tenían por la soledad los llevó a evitar el contacto con las personas, escogieron retirarse al Monte Senario. Allá, entregándose a una vida enteramente celestial, vivían en las cavernas. Contentándose con agua y hierbas como alimento, castigaban sus cuerpos con vigilias y otras maceraciones. La Pasión de Cristo y los dolores de su afligidísima Madre eran objeto de sus continuas meditaciones.

En un Viernes Santo en que meditaban fervorosamente en esas consideraciones, la Bienaventurada Virgen se les apareció por segunda vez, les indicó el hábito negro del cual se deberían revestir y les dijo que sería muy de su agrado que ellos fundasen una nueva Orden regular, cuya misión sería venerar y promover sin cesar el culto de los dolores por Ella soportados al pie de la Cruz del Señor.

En la constitución de esta Orden bajo el título de Servitas de la Bienaventurada Virgen, ellos tenían el apoyo de San Pedro mártir, ilustre dominico, quien se hizo íntimo amigo de los Santos fundadores a quien, en una visión particular, la Madre de Dios les reveló sus designios sobre esta fundación.

La Orden fue aprobada por el Soberano Pontífice Inocencio IV.

Salud espiritual, virtud, alta civilización

En esa narración hay varios hechos magníficos como índice de salud espiritual, de virtud, de alta civilización, que ocurrían otrora, pero nuestros días no se dan más, lo cual indica la profunda putrefacción en la cual se encuentra el mundo moderno.

Analicemos punto por punto. Primero, existía en Florencia una cofradía en honra de Nuestra Señora que impedía los progresos de la herejía cátara. ¿Será que en nuestros días se fundaría una cofradía en honra de la Santísima Virgen para impedir el progreso de cualquier herejía? ¿Dónde encontraría aceptación tal cofradía?

En determinado momento, esa cofradía admitió a siete miembros de la aristocracia. Ahora bien, hoy en día vemos cómo es arduo el apostolado junto a las élites.

En cierta ocasión, los siete rezaban juntos. ¡Qué cosa linda encontrar a siete aristócratas orando juntos! Fue cuando Nuestra Señora se les apareció, exhortándolos a abrazar un género más perfecto de vida. Ellos decidieron, entonces, retirarse a la soledad.

Después de algún tiempo volvieron a la ciudad y sucedió algo maravilloso por lo cual las personas alababan a Dios y los niños gritaban: “¡He aquí a los servidores de María!”. La admiración de la ciudad por jóvenes que abandonaron todo por amor a Dios, y cuando vuelven son recibidos calurosamente, ¿eso sucede hoy en día? Vemos, así, cómo todo cambió, la misma fuente del bien parece estar estancada, mientras la del mal parece haber alcanzado el auge de su miserable fecundidad.

El título de servidores de María los dejó jubilosos y decidieron dedicarse al culto a la Madre de Dios. Por lo tanto, Nuestra Señora habló por la boca de los inocentes y les dio un nombre, que ellos aceptaron con alegría.

En nuestros días, una vasta conspiración contra la Iglesia

Entonces la Santísima Virgen se les apareció una vez más y les dio la misión de honrar especialmente la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y las tristezas de María al pie de la Cruz. Es el attendite, et videte – parad y ved si hay un dolor semejante al mío – que se canta en Semana Santa.

A los pies de la cruz, Nuestra Señora sufría en unión con los padecimientos de su Divino Hijo, no solo por causa de los pecados que allí estaban siendo cometidos, sino por los pecados de todos los tiempos. Por lo tanto, el inmenso pecado de apostasía – el peor de todos los siglos – los afligió en aquel momento. Y por una reversión difícil de entender, los actos de reparación hechos hoy por nosotros consuelan a Nuestro Señor y a su Madre Santísima en el Calvario, porque previendo esa reparación nuestra, Ellos se consolaron. De esta manera podemos consolarlos y desagraviarlos por los pecados cometidos hoy.

Así siendo, ¿qué significa esta expresión del Profeta Jeremías: “Oh, vosotros todos que pasáis por el camino, parad y ved si hay dolor semejante a mi dolor”? (Lm 1, 12). ¿Qué quiere decir “parad”? Dejad vuestros negocitos, vuestras pequeñas preocupaciones, no os preocupéis con vuestros intereses personales.

Él no se refería a un camino material por el cual tal vez las personas pasasen cerca del Calvario, sino algo inmensamente mayor: el camino de la Historia por donde transita toda la humanidad. Es un convite a todas las personas que pasan en todos los tiempos.

En un mundo en el cual se cometa lo peor de las ofensas a Nuestro Señor y a Nuestra Señora como jamás se practicó, porque en ninguna época hubo una conspiración tan vasta contra la Iglesia, y que llegase a una distancia tan pequeña de la victoria completa, de forma a constituir un superlativo de injurias.

Entonces, “parad y ved” es la misión de los siervos, es nuestra misión en nuestro siglo. Debemos ser almas reparadoras, tener en la mente los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre. Sobre todo con la idea de que estamos consolándolos. Y si Ellos tuvieron consolaciones inmensas por la reparación de tantos santos a lo largo de la Historia, también es verdad que recibieron una gota de alivio al tener conocimiento de que, en este siglo de apostasía suprema, mis palabras serían oídas con buenas disposiciones de alma.

Alguien podría objetar que Nuestra Señora se les apareció a ellos, pero no a nosotros. Aquí se aplica lo que el Divino Maestro dijo a Santo Tomás: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.” (Jn 20, 29).

En la capilla de una de nuestras sedes tenemos una reliquia de los siete Fundadores de los Servitas. En cierta ocasión, alguien preguntó cuál era la razón de que existiese una sola reliquia y ser mencionados los siete santos.

Le fue explicado, entonces, que ellos fueron sepultados juntos, de manera que, con el paso del tiempo, sus restos mortales se confundieron. Esa confusión hasta del polvo de esos siete santos, los cuales, en cierto sentido, formaban una sola alma y acabaron constituyendo una sola reliquia, dice tanto sobre las almas consagradas a Nuestra Señora, que no se podría decía nada más.

Prenuncio de la devoción enseñada por San Luis Grignion de Montfort

Esa es una de las Órdenes más antiguas fundadas especialmente para propagar la devoción a Nuestra Señora. Es muy bonito que lleven el título de Siervos de la Bienaventurada Virgen María. Como es evidente, ese título prenuncia la devoción de San Luis Grignion de Montfort de la esclavitud a Nuestra Señora, con un despojamiento completo de todos los bienes presentes, pasados y futuros, inclusive los espirituales, que son los méritos de nuestras buenas obras, puestos en las manos de María Santísima.

Ese título marca muy bien la diferencia entre la buena piedad católica y la Revolución. Hay quien lo considere como indigno del hombre de nuestro siglo, como propio para ser utilizado en el pasado, pero no en nuestra época en que la esclavitud fue abolida, nadie más es siervo, ni siquiera de Nuestra Señora. Así, con relación a Ella se podrá llamar hijo, pero no esclavo, porque la dignidad humana no comporta tal título, ni siquiera con relación a la Santísima Virgen.

Evidentemente, esa es una afirmación igualitaria, de carácter revolucionario.

Siendo Nuestra Señora la Reina absoluta del Cielo y de la Tierra, en relación con Ella todos son siervos, y es una honra serlo. Por eso aspiramos y consideramos un deber nuestro ser verdaderos esclavos suyos, pues así seremos auténticos hijos. Porque la amamos como hijos, queremos servirla como siervos.

Los siete Fundadores de esa Orden religiosa, a la cual quisieron dar el nombre de Siervos de María, la Iglesia los canonizó, instituyendo esa Orden, aprobando y promulgando sus reglas. Así, el magisterio de la Iglesia, de varias formas, indica que en relación a Nuestra Señora se debe ser siervo.

El espíritu demoníaco de la Revolución, no queriendo ninguna especie de superioridad, no se contenta con abolir la jerarquía en la Tierra – tanto la eclesiástica como la temporal –, sino que quiere negar hasta las desigualdades en el orden sobrenatural. Contesta la existencia de las desigualdades inmensas establecidas por Nuestro Señor entre su Madre y las demás criaturas, en cuanto Reina de todos los ángeles y santos y de todos el Universo.

Si los siete Santos Servitas resucitasen y viesen las abominaciones proferidas por labios católicos y amadas por corazones católicos, ¡qué indignación tendrían, qué censuras harían!

Demos pedirles a ellos que intervengan aquí en la Tierra y ayuden a establecer una verdadera devoción a Nuestra Señora entre los hombres y, con esa devoción, el sentido de jerarquía y de Contra-Revolución.

1) Cf. GUÉRANGER, Prosper. L’année liturgique. París, Librairie Religieuse H. Oudin, 1900. Suplemento, p. 476.

2) Federico II (*1194 - †1250), Emperador del Sacro Imperio Romano Alemán.


(Revista Dr. Plinio, No. 287, febrero de 2022, pp. 27-30, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de conferencias del 11/2/1965 y 11/2/1966).

Last Updated on Thursday, 03 March 2022 22:42