La Cátedra de Pedro: columna del mundo

Fervoroso devoto de la Cátedra de Pedro, el Dr. Plinio no dispensaba la ocasión – como atestiguan sus palabras aquí transcritas – de hacer relucir a los ojos de sus discípulos la magnitud y la santidad con las cuales la institución pontificia está por encima de todos los valores humanos, en su misión divina de gobernar a la Iglesia y conducir a las almas a la eterna bienaventuranza.

 

Plinio Corrêa de Oliveira

Como se sabe, en el primer período de su pontificado, el Papa [Beato] Pío IX tomó ciertas actitudes conciliadoras, que algunos revolucionarios llegaron a elogiar. Razón por la cual el grito de “¡Viva Pío IX!” pasó a resonar por las calles entre aquellos que no aceptaban la autoridad del Sumo Pontífice.

Distinción entre la persona del Papa y el papado

En esa delicada coyuntura, en que la figura de un Papa era así vinculada a los ideales de los anarquistas italianos, vivía otro gran santo: San Juan Bosco. Este, cuando oía a alguno de sus alumnos o conocidos repetir aclamaciones a Pío IX, lo censuraba, diciendo: “No grite: ʻ¡Viva Pío IX!ʼ; grite: ʻ¡Viva el Papa!ʼ”.

He ahí una solución soberanamente inteligente. Porque “¡Viva el Papa!”, se puede gritar siempre. “¡Viva Pío IX!” u otro pontífice, se saluda según las circunstancias.

Ese episodio consta en el proceso de canonización de San Juan Bosco, y tal actitud no impidió que fuesen reconocidas sus virtudes heroicas – y, por lo tanto, su entera obediencia al Vicario de Cristo – ni que su obra fuese bendecida por la Providencia de todos los modos, a lo largo del tiempo.

Debemos considerar que en la raíz de esa posición de Don Bosco se encuentra la importante distinción entre el Papa y el papado. Es decir, entre la persona del sucesor de Pedro, sujeta a las miserias humanas y también a errores, en toda la medida en que no está respaldada por la infalibilidad; y, por otro lado, la institución pontificia, enteramente distinta de la persona.

La fiesta de la ortodoxia infalible

Por causa de esa distinción, la fiesta de la Cátedra de Pedro, celebrada el 22 de febrero, es extremamente oportuna, pues celebra al Papa como maestro infalible, y al papado como la roca inquebrantable desde lo alto de la cual el Soberano Pontífice se dirige al mundo entero revestido de la infalibilidad que Dios le otorgó. Es, por lo tanto, la conmemoración de la ortodoxia inerrante, de esa infalibilidad que nunca claudica.

Consta que, de la silla de San Pedro se conservó casi toda la estructura, la cual está guardada en la Basílica del Vaticano, en Roma. Allí hay un relicario de bronce, cuyo interior abriga un banco de madera, considerado la silla original del primer Papa.

Claro que, más que ese objeto venerable, la fiesta de la Cátedra de San Pedro tiene en vista el hecho de que Nuestro Señor Jesucristo confió al Príncipe de los Apóstoles las llaves de los Cielos y de la Tierra, dándole poder sobre todo y sobre todos, a fin de gobernar la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y conducir a las almas a la eterna bienaventuranza.

Besar en espíritu los pies de la imagen de Pedro

También en el interior de la Basílica del Vaticano, en su nave central, se encuentra una imagen de San Pedro sentado en una cátedra, con las llaves pontificias en la mano izquierda, y la derecha erguida, en actitud de quien bendice a los fieles. El pie derecho del Apóstol se proyecta hacia adelante, y sobre él los devotos de todas las partes del mundo van a depositar su ósculo de amor y veneración. En virtud de ese homenaje mil y mil veces repetido, los pies de la imagen se desgastaron. Tal vez sea el único ejemplo de la Historia en que la delicadeza del beso debilitó la fuerza del bronce…

En determinados días del calendario litúrgico, esa imagen es revestida con los solemnes ornamentos pontificales, como si fuera un Papa vivo, para indicar la magnífica y evidente continuidad de la institución del Papado, desde San Pedro hasta nuestros días.

Creo que una bella forma de unirnos a esa importante celebración sería besar en espíritu los pies de esa imagen. Es decir, en espíritu besar el Papado, ese principio de sabiduría o de infalibilidad de la autoridad que gobierna a la Iglesia Católica. Y por medio de Nuestra Señora, agradecer a Nuestro Señor Jesucristo la institución de esta infalibilidad, de esa cátedra que es propiamente la columna del mundo, porque si ella no existiese, la Iglesia no sobreviviría y el mundo estaría completamente perdido.

Como también – ya lo subrayamos arriba –, estaría obstruido para nosotros el camino que nos lleva al Cielo, pues los hombres no lo encontrarían solos, sin el socorro de una autoridad infalible que los gobernase y hacia allá los dirigiese.

Fidelidad concreta al Romano Pontífice

De estas breves consideraciones, un aspecto me parece que debe ser resaltado. Hablamos de la distinción entre la persona del Papa y el papado, pero debemos considerar que el catedrático es el Romano Pontífice, y los poderes de la cátedra residen en él. A la Cátedra de Pedro estaremos unidos hasta morir, notando siempre que ella nunca estará ajena al catedrático. Este podrá salir de la cátedra; esta, sin embargo, jamás lo abandona.

Por lo tanto, no se puede tener una fidelidad al papado sin que sea fidelidad concreta al Papa actual, en la medida en que él es infalible, y ostenta el poder de gobernar y de regir a la Esposa Mística de Cristo.

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(Revista Dr. Plinio, No. 119, febrero de 2008, pp. 26-29, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del 22.2.1964).

Last Updated on Monday, 30 September 2019 16:14