La fiesta de la Cátedra de Pedro, que se conmemora el 22 de febrero, celebra al Papa como maestro infalible, y al Papado como la roca inquebrantable desde lo alto de la cual el Soberano Pontífice se dirige al mundo entero.
Plinio Corrêa de Oliveira
El Papa Pío IX tuvo un primer período de su gobierno en el cual tomó una serie de medidas liberales, aunque no hubiese cometido errores doctrinarios en sus documentos.
Por esa razón, en la Italia de aquel tiempo, pintoresca, provechosa y eficientemente dividida en pequeños reinos, principados y ciudades libres, los partidarios de la unificación, que necesitaban un lema para coligar y atraer a una acción común a sus correligionarios, pasaron a gritar: “Viva Pío IX”. Este lema reclutaba en las calles a lo más revolucionario y ordinario en la lucha contra aquellos pequeños tronos.
En esa difícil situación en la cual un Papa era, al fin de cuentas, un símbolo de la Revolución, vivía un gran santo, Don Bosco, en cuyos colegios también había penetrado lo que se había convertido en un grito de rebeldía. Entonces, San Juan Bosco dio la siguiente orientación: “Está prohibido gritar ‘¡Viva Pío IX!’ Griten: ‘¡Viva el Papa!’”
Es una solución soberanamente inteligente, porque, si es verdad que de vez en cuando se puede gritar “¡Viva Pío IX!” u otro nombre cualquiera, a veces nos debemos callar, a veces llorar y siempre rezar… No obstante, un grito que siempre debe ser dado es este: “¡Viva el Papa!”, “¡Viva el Papado!”
Esa actitud de San Juan Bosco fue analizada en su proceso de canonización y no impidió que fuese canonizado, ni que su obra fuese bendecida por la Providencia de todas las formas.
En la raíz de eso está una distinción muy importante entre la persona del Papa – sujeta a miserias humanas y a errores en toda la medida en que no esté implicada la infalibilidad – y, de otro lado, la institución del Papado, enteramente distinta de la persona.
Así, la Fiesta de la Cátedra de Pedro es extremamente oportuna, porque celebra el Papado en cuanto teniendo una Cátedra infalible que se dirige al mundo entero. Es, por lo tanto, la infalibilidad, la ortodoxia, aquello por donde el Papado no erra nunca, que es objeto de esa conmemoración.
Debemos, pues, besar en espíritu el Papado, ese principio de sabiduría e infalibilidad de la autoridad que gobierna a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Y, por medio de Nuestra Señora, agradecer a Nuestro Señor Jesucristo la institución de esa Cátedra, que es propiamente la columna del mundo, porque si no hubiese infalibilidad, la Iglesia estaría destrozada y el mundo completamente perdido, porque los hombres no encontrarían el camino para el Cielo.
Sin embargo, es menester recordar que la fidelidad a la Cátedra no se confunde con la aceptación incondicional de lo que hace la persona. Nuestro Señor Jesucristo estableció una distinción entre la Cátedra y la persona, y no podemos imaginar a la Iglesia como ella no fue hecha por su Divino Fundador.
Por lo tanto, nuestra suprema fidelidad a la Cátedra de Pedro debe consistir en lo siguiente: si el catedrático hiciere algo que la Cátedra no enseñó, nos quedamos con la Cátedra hasta morir, a ejemplo de San Juan Bosco, haciendo siempre la salvedad de que no puede haber una fidelidad abstracta al Papado que no corresponda a una fidelidad concreta al Papa reinante, en toda la medida en que él sea infalible y tenga el poder de gobernar y regir a la Iglesia Católica.
(Editorial de la Revista Dr. Plinio, No. 263, febrero de 2020, p. 4, Editora Retornarei Ltda., São Paulo – Extraído de una conferencia del Dr. Plinio del 21.2.1964).
Last Updated on Monday, 24 February 2020 23:37